sábado, 21 de julio de 2012

-10

Nunca estuve tan llena de sombra y de luz al mismo tiempo como ahora.


Sin embargo tan triste.

lunes, 16 de julio de 2012

velamientos nocturnos

Si nos desvelamos, perdemos la vela. Piénsenlo bien
¿Qué tan lejos se puede ir sin vela?
Revolvamos a la primitiva idea de la carabela: una suerte de barco con un par de trapos que lo movían a merced del viento que soplaba. En tal caso, desvelarse equivale a vararse.
Otro camino es el de la vela como objeto de cera para iluminar. Obviando a la luz eléctrica, en la noche, inútilmente podríamos desplazarnos por ahí como topos ciegos sin velas. Inevitablemente nos chocaríamos con todo lo que estuviera en nuestro alrededor y que no pudieran detectar nuestras torpes manos, y desistiríamos de movilizarnos rápidamente.
Retomamos la idea de inmovilidad.
Por lo tanto, podemos concluir que todo desvelo contiene implícitamente el encallarse. Todo desvelo es un momento terrible que nos priva de la libertad más ordinarnia de nuestras facultades. El sujeto desvelado permanece en un espacio, inutilizado por el horario laboral que condiciona las actividades nocturnas, atormentado por el trastorno de sueño que le depara horas más tarde, hostigado por pensamientos compulsivos sobre dormir y sobre los problemas que tiene la vida del día.

sonrisa fácil (negación a Gramática)

Es el mito de la caverna moderno (¿Qué dice?). Claro, es ver la televisión pero en el reflejo nebuloso del espejo mugroso de la habitación (¿La televisión qué?). La televisión que nos muestra la ''realidad'' (¿Quién te dijo eso?) y, ¡para colmo!, la vemos en el reflejo del espejo mugroso (¿Los espejos también?). Doble mito de la caverna. Pasan esclavos adelante de nuestra entrada (¿Todos?). Sí, todos nosotros pasamos. Pero no hay Sol ni Ideas. Triple mito de la caverna (¿Qué van a decir los estudiosos de Platón?). Relativismo y Truman Show (¿A vos te parece?). A la humanidad se le secaron los inventos y quedamos las nueces contemporáneas (Yo creo que no...). Nos encontramos y fuimos contagiando de cascaritis (¡Otra vez eso!).  Mirame, leeme en Facebook, Twitter y Blogspot (Sí, sos insalubre); que estoy de novia y feliz (¿Ya lo conozco?); que me teñí el pelo y estoy radiante (¡Horrible!); que se me murió el hámster y me volví emo (¿De verdad?); o que mi vida saluda y resaluda a un abismo suicida (Ni en joda, boluda). Cascaritis.
O soy yo que ya no le creo a nadie nada (Debe ser).

sobre todo sobre sobres sobrios que sobran (falta ebrio)

Puede mentir, sabe abrir ventanas al maravilloso mundo artístico. Agarra un pincel y un bastidor y destapa universos paralelos. Se llama Juan, o así le digo yo cuando le digo. Quizás no tenga nombre, no sé si sus bigotes aceptan esa denominación. Pero lo interesante de este relato son sus palabras de boca de madre, cómo le inventa risas a las caras de la mañana cumpliendo su rol de buscador de vueltas. 
En otro código es pez, en otro escritor, mirólogo y comentarista. Inventor. Abre los ojos y abre fotos. Recorre con cinco o diez dedos y crea paisajes ruinosos, como una nube gris parecida a la que se le esconde en la voz que se lo escucha por teléfono. Aunque casi siempre se guarda para sí, desapercibido y lento, pero no como un caracol blandengue y baboso. Juan es más como un fantasma de los días. Habla poco, se ríe menos, pero siempre parece que su charla no cesó (pueden pasar semanas) y que sonríe mucho más. ¿Qué tendrá encima para que todos lo inventen así? Algunos dicen que tiene el alma toda remendada con parches color rojo que lo asemejan a un bufón triste. Otros sostienen que guarda todo lo que siente en un frasquito de vidrio en la mesa de luz, y que todas las noches revisa y contempla cómo brillan todos sus secretos fluorescentes, y tiene miedo. Mucho miedo.
Lo conocí más de lejos que de cerca. Mis vanos intentos de atravesar barreras fueron quebrándome el corazón. Anoche decidimos que no le vamos a creer más y guardamos todo lo que dijimos en esos sobres sobrios. Juan puede mentir. Quizás ya sea todo su propio invento.

engranajes

La ciudad 
recoveco compartido
callecitas intransitables
estrechas de verdad
memoria de partido.


El juego
otra mano quebrada
asfalto finito y debajo
bastones de ciego
veces de estropajo.



La guerra
encuentro redoblado
ojos de pecera
sonidos depurados
armero en calavera.


El amor
medio par robado
doble espacio
cordón y zapato
invierno retorcido.


La pregunta
quizás nunca sepa cómo
ni por qué
cuándo ni dónde
la ciudad, el juego, la guerra, el amor.



El engranaje
donde tengo todos sus dientes
mordiéndome el cuerpo,
masticándome la lengua
(todo su recuerdo).



desórdenes mentalés

-Ah, por un momento creí que esa chica era refabulantástica.Quizás algo de celos se mezclaron en la ensalada de mi cabeza. Después entré a su blog y vi que subía textos de la facultad entre 8900 gifs.
Me sentí mejor.


Después me acordé de que yo escribía y que ya no escribo más.
Todo tuvo sentido.

670: Before Sunset


Tan
REAL.

martes, 10 de julio de 2012

rinconcito inflamable

Ser reencuentro, en cada esquina del papel. Nos doblamos, nos plegamos y replegamos hasta estar bien cerca y sentirnos las narices contra el vidrio de nosotros mismos. Él sabe ser fuego, aparecerse en cada hornalla, chisporrotear en cada clase, apagarse y encenderse de colores, de sonidos. El reencuentro, "las puntas se unen por esta mitad y se abren así" y naufragamos en días de pulsos torcidos y enfermedades del más allá. Cuando atravesé ese puente entre círculos negros entendí lo cerca que estaba nuestro infierno.
Yo no sé, la mayoría de las veces soy la primera que no me creo. Alguna vez busqué las llaves en el bolsillo y saqué la flor de origami que nunca entendí. ¿Tan doblado y frágil era el amor? Instrucción 1: recorte el papel, marque un espacio en el otro donde efectuará su obra maestra. 2: pliegue a la mitad, divida correctamente las aguas por si acaso todo sale mal. 3: repita. 4: repita. 5: ruegue que las puntas puedan tocarse y engancharse. 6: ¿Obra maestra?. 7: Ahora repítalo todo de nuevo porque salió mal.
Recordar, reencuentro. El rinconcito inflamable del aula, del otro lado casi siempre se podía mirar el incendio controlado. Los dobleces eran los necesarios a nuestra altura de encuentros, las creencias eran casi la inmoralidad. Ya no se espera en esta ciudad, esta noche Dios está muerto y sus gotas se condensan en las ventanas del auto. Una rodó hasta su boca y no tardé en robársela. ¿Qué fue ese beso, Euge? Un beso, una porción de Luna.