Te sigo debiendo todavía
una canción de amor.
Empieza, recorre primero la cáscara rosa sobre el piso que sube por una queratina y después al lunar que asalta el hueso hasta el tobillo. Sigue avanzando, da pequeños saltitos que cosquillean las patas y hace llorar, esta vez se aburrió de resbalar y se metió adentro de la vena y atraviesa la primera parte con delicadeza.
Después arrastra más fuerte, esta vez se siente un poco más, por el laberinto capilar del intestino y se detiene en un rincón para descansar.
Despierta, inesperado, arranca una o dos y deja la flor para encarnarse entre las mariposas. Las mastica, las hace arder y le arde, le incendia dentro y fuera, le llena de llagas las sobrevivientes.
Llega a la bomba: la detiene.
Llega al ordenador: lo detiene.
Nace en una retina y muere en la paleta.