demasiada oscuridad

Es ahí donde habitan toda clase de monstruos y/o fantasmas; no en el sentido figurativo de tales palabras, me refiero sino en donde encontramos a nuestros peores miedos. De hecho, es cuando nos descubrimos a nosotros mismos que el poltergeist se desata. Están ahí, escondidos en el perfume de una persona en la parada del colectivo, o en el pulso de la caligrafía de una nota anónima: todo vale en el momento de la melancolía. Ése es el momento en el que realmente el monstruo nos devora, cuando la vida ya no vive más que esos recuerdos grises en replay que se modifican con el paso del avasallador tiempo. Quizás este sea el verdadero final, hoy, cuando te considero a vos solamente historia. No existe la fotosintaxis positiva en nuestro amor; somos sombra del olvido y de tu secreto, el humo vaporoso del incienso percudiendo el aire del montón.
Hoy no somos, mi amor. Ya no existe para nosotros esa palabra mágica que era la esperanza, ya no existe el hoy porque solamente fuimos ayer. No es lo bueno no compartirnos el dolor, sino saber que sentimos. Y aunque pueda volverme loca por la sangre en tus labios, sé que no voy a volver. Porque siempre estás tan lejos y aunque no pueda alcanzarte, voy a seguir intentando. Mientras tanto voy a encerrarte en las extrañezas de un corazón cuadriculado, con tus miedos, esas promesas rotas y mis sueños de papel.
Yo soy feliz, quisiera poder compartírtelo.