para escribir...

"Muchas veces llegué a la conclusión de que no tengo talento. No, no lo tengo cuando leo esos textos que te ponen la piel de gallina, que te sitúan adentro de un frasquito de perfume, que captan detalles innatos del vespertino cielo despejado. Entonces siento envidia, envidia de aquel que se le ocurrió la vida desde la óptica de una lombriz o describió una efímera nube como algodón. ¿Por qué?
Luego de exhaustivas observaciones, llegué a la conclusión de que quienes escriben esas historias, poesías, cuentos que maravillan tienen ojeras. Sí, usan ojeras justo abajo de ese par de ojos que de vez en cuando miran perdidos, tristes o melancólicos. Es en ese momento en el que encuentran el destello del adoquín de una calle vieja y encuentran la manera de convertirlo en un palacio extraordinario de historias. Seguramente hayan leído algún Best-Seller y a Cortázar, por eso les gusta lo fantástico; es probable que hayan sufrido algún desamor, provengan de una familia disfuncional o sean músicos. Seguro que son músicos, o pintan algún que otro cuadro. Pero escuchan música alternativa, estudien inglés o saben disernir algunas de esas palabras mezcladas en esas canciones. A veces, como yo, no saben bailar ni conocen la música de moda.
Quisiera creer que algo que haya escrito conmovió a alguien o lo hizo envidiarme, que mis perspectivas fueran perspicaces y lograr una visión de lombriz. Ahogada de tierra, haciéndose espacio para avanzar y oxigenarse, algo así como ir caminando por la calle Florida un viernes a las 5 de la tarde."