El despertador sonó a las 6.30 a.m. El día otra vez se volvió monótono sin constelaciones en sus ojos que se sensibilizaban con la luz de la persiana ausente, mientras le dio dos patadas a las sábanas envolventes. Partículas de sueños se estrellaban en su mente y no pudo sacarlas de su cabeza durante todo el día.
A las 8 a.m Lavalle había amanecido como toda la semana. Recordó que era viernes y sonrió pensando en el fin de semana venidero; pero estalló el recuerdo de la noche anterior que mutó su gesto. Una nueva sensación se manifestaba a lo largo de su esternón y casi lo acalambra durante el trabajo. Recordó de nuevo que era viernes y se lamentó de un fin de semanas sin actividades, lamentando también la inútil compra de una agenda para el 2011.
La vuelta del trabajo tampoco lo sorprendió demasiado: el tránsito no perdonaría un solo día de la semana laboral. Después de 15 minutos en la parada del colectivo y otros tantos estancados en Rivadavia logró llegar a su casa. Nadie lo esperaba. El control remoto sin pilas, la desesperación, la saciedad en la heladera y la invitación de la cama, desprolija y abierta del último día de la semana. No logró negarse y se prestó a cerrar sus ojos. La persona que esperaba todavía no llegaría y él no iría a buscarla más que para soñarla.
A las 8 a.m Lavalle había amanecido como toda la semana. Recordó que era viernes y sonrió pensando en el fin de semana venidero; pero estalló el recuerdo de la noche anterior que mutó su gesto. Una nueva sensación se manifestaba a lo largo de su esternón y casi lo acalambra durante el trabajo. Recordó de nuevo que era viernes y se lamentó de un fin de semanas sin actividades, lamentando también la inútil compra de una agenda para el 2011.
La vuelta del trabajo tampoco lo sorprendió demasiado: el tránsito no perdonaría un solo día de la semana laboral. Después de 15 minutos en la parada del colectivo y otros tantos estancados en Rivadavia logró llegar a su casa. Nadie lo esperaba. El control remoto sin pilas, la desesperación, la saciedad en la heladera y la invitación de la cama, desprolija y abierta del último día de la semana. No logró negarse y se prestó a cerrar sus ojos. La persona que esperaba todavía no llegaría y él no iría a buscarla más que para soñarla.
El texto es duro, pero cuando seas famosa podré decir que alguna vez escribiste sobre mi
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