Que sos la página perdida de mi libro preferido.
Te perdiste, mi hoja predilecta,
saltaste de mi corazón y empezaste a volar.
Volaste, palabra más hermosa,
con alas de mariposa, en el aire que respiro y vivo.
¡Y cómo vivo! Que vivo de extrañarte y llorarte.
Sobre mis lágrimas flotaste, mi frase amada.
Se te arrugó la cara de papel y te secaste
con el mismo sol que desata sueños de la mañana.
Que fuiste ilusión que fue sueño antes de ser palabra.
Apareciste, repentino deseo,
Devoraste mi alma y te acurrucaste entre mis musas.
Te hiciste numen, inspiración divina.
En cada mínima partícula mía te impregnaste,
y como práctica esotérica, de mi puño y letra te hiciste voz.
La tuya, tímida voz que es armonía y sensación preciosa
y no cesa de embrujar tantos corazones parios,
como estro de canción prohibida, el secreto mejor escondido.
Encerraste tu corazón bajo el enigma de esfinge
e hiciste de tu piel tu única confidente de solipsismo,
mientras dejabas en mí una espina y el veneno que deshizo el corazón.
Antes del final, sobre el papel descansaste.
De sol y luna, de blanco y negro, de todas estas palabras te marcaste,
y te despediste de manera particular y sin darme lo que me pediste.
Antes del final, sobre mi vida descansaste.
De París y Nueva York y los acordes que hiciste tuyos te llevaste,
que eras la página perdida de mi libro preferido.
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