Una noche, Elena encontró esa seguidilla de papelitos escritos por Juan antes de su partida al Norte, que en determinado orden decían algo más o menos así:
No digas nada.
Técnicamente no estoy hablando... sólo vine para decir...
cuánto te amo,
¡Mucho!
Como a nadie en este mundo... y lamento no ser tu ideal, pero
quería darte algo... "¿Qué?" pensarás:
Pase lo que pase este bípedo implume siempre va a amarte
y siempre va a estar para vos.
Sólo te pido algo...
¡Una sonrisa!,
un abrazo (si querés...),
una cachetada,
una promesa: que vas a ser feliz
y un beso de esos con los que detuvimos el tiempo.
Perdón.
Gracias.
Juan
El anotador se cerró de un golpe mientras que un par de lágrimas se asomaban a leer a otro par de recuerdos. Maldijo al destino, apagó la luz y lo soñó hasta el miércoles siguiente.
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