jueves, 15 de septiembre de 2011

Ausencia de Dios

Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo no previsto
¡ah! pero mi tristeza sólo tuvo un sentido.
Todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir,
y por cierto me vieron.

Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo,
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad:
pero vos encontraste la manera,
una manera tierna
y a la vez implacable,
de desahuciar mi amor.

Con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible,
lo envolviste en nostalgias,
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito,
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste,
a solas con su suerte
que no es mucha.

Creo que tenés razón,
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos ni del tiempo.
Hace mucho, muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo,
y fue implacable como vos,
mas no fue tierno.

Ahora estoy solo,
francamente solo.
Siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado.
Antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno,
con los ojos bien secos por si acaso,
miro cómo te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.


Mario Benedetti

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