Te escribo por manía de escribirte: te escribo por la mera imposibilidad de reescribirte. Escribir, inmortalizar este momento de madrugada plena, en el dolor del hemisferio derecho de mi cerebro producto del latir de ideas constante.
No sólo te escribo por el miedo de no volver a hacerlo, sino que hay cierta gloria en cada transcripción de tu cuerpo al lenguaje vago de palabras castellanas en carrera de ser inmortales, divinidades, verdades absolutas. La mejor manera de transmitirte y de memorizarte será por la intensidad de estas combinaciones rústicas de paroles.
Y no alcanza, no alcanza y necesito tirar ese borrador y volver a escribirte: esta vez en las cotidianas actitudes de trasladarse el cuerpo apenas despertado de la cama al baño y mirarse los ojos para descubrir que siguen ahí horas después de su ceguedad obstinada; en otra ocasión es encontrarte en el dibujo que forman las ramas de los árboles que se desnudan ante su amante invierno, de abrazos fríos y asesinos; quizás la reminiscencia de tu gesto en un rostro ajeno...
Te escribo por manía de escribirte: para exorcisarnos los fantasmas, para que el recuerdo sea pura ilusión mía y un regalo para vos; por la mera imposibilidad de reescribirte.
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