domingo, 26 de agosto de 2012

un día en enero

Un día en enero fui a una charla de Patafísica en el MALBA. A la salida, un chico me dio un papel con algunas notas y un dibujo que tuve en el msn por largo tiempo.
7 meses después me comuniqué con él, hoy. (...)

sábado, 25 de agosto de 2012

el escritor

A la mañana se tiñe de sábanas, pero sólo de noche se disfraza de palabra. Como es nocturno, amaga un tango con sus firuletes intelectuales. A veces es sólo una palabra que dibuja con pulso y con esfuerzo mientras se escuchan golpecitos de plástico. El escritor casi que ya no tiene ojos, casi que ya no aparece, casi que ya no sabe. Mi cable a cielo me lo trajo de ahí, hace tantos segundos ya que son como si fuera toda la vida de las noches de letras barnizadas de acentos, puntos y comas.
Cuando se va el Sol le gusta más, y con torpeza me las arreglé para hacernos una sopa de penas durante la madrugada. Mejor no saber le gusta más y de repente se le caen unas rosas de la boca y yo me río de los boleros que mira sin querer. Cuenta historias y hace de Piazzolla con un montón de fantasmas con los que sale a bailar, y a veces me da miedo que se pierda con alguno. ¿Por qué ya no se sabe del escritor? Las palabras se enfrían y cesa la canción en las teclas. Quizás la memoria casi transparente de su barba se vaya así con él, desapareciendo, haciéndose postiza junto con sus palabras, otra vez.

No son horas

Si te dicen que caí,
es verdad, y es verdad.
No sientas ni un segundo más
de lástima por mí
que me voy a levantar.

Y si te falta una imagen,
quiero que me recuerdes así,
con el viento en las velas.

Si te dicen que duermo de día
es verdad, y es verdad.

No te olvides que soy grande
porque tengo multitudes
que me esperan afuera.
Y si te faltó ternura
o la vida te hizo dura,
quiero que me perdones.

No tengo los pies en la tierra,
me perdí la realidad,
me olvidé de los amigos,
me olvidé de los demás.

Reconozco haber perdido
sintonía alguna vez,
pero no te dejé de querer.
Sigo siendo un varón tierno
que quiere seguir de pie,
pero te espero.

No son horas de reírse,
no son horas de olvidar,

lunes, 13 de agosto de 2012

?!

¿Alguna vez te pasó de no querer saber nada con nadie, no querer querer a nadie nunca más, sentir rechazo por cada persona que se te acercaba, prometer castidad por los próximos 70 años, fantasear con meterse en un convento, conocer personas y no darles cabida, y que de repente pases un rato con alguien y te sientas raramente bien cuando aparece, tengas ganas de hablarle mucho y de todo y de nada, te dé timidez y comodidad a la vez, te preocupes aunque no entiendas cómo carajo terminaste relacionándote con alguien que es así y asá después de todo el bardo emocional gigante y la lista larguísima de personas que conociste y que no funcionaron? Necesito ayuda.

sábado, 4 de agosto de 2012

azabache (el extrañador)

Anoche volví a nuestra ciudad. Esta vez pude distinguir entre todas las ruinas las gloriosas estructuras que edificamos hace tiempo. ¿Te acordás de que teníamos nuestro propio Coliseo, nuestra Tour Eiffel, y nuestro preferidísimo Taj Mahal? ¡Ah, y ahora sólo tenemos estas piedritas en las manos!
La arena de los restos de templos que me revoleaba la voluntad de acá para allá me hizo acordar a nosotros, siempre yendo y viniendo, esas partículas que se separan y se unen por capricho de lluvias y castillos de arena. Yo tengo un humo azabache, que se vuela y me ata los cordones, pero para hacerme tropezar. Te escribo desde el rincón más inocente que conozco, desde el suelo que me destina.
El humo salió de la esquina de Clap caminando y tambaleándose como zombie. Tenía un traje harapiento y un sombrero igualmente roído. Se me acercó con olor a vino y se invitó a acompañarme por nuestro paisaje. Empezamos por la librería artística y seguimos en la casa al lado de la blanca que tiene puertas intermitentes y un caniche. El semblante tiznado del humo se volvió medio melancólico casi inmediatamente. Ahora tenía un aspecto más caricaturesco, todo de carbonilla y esos ojos que deambulan con todo su fantasma se perdían en vista al Obelisco. Hablamos un largo rato sobre la música y fumé dos cigarrillos que le hinchieron la barriga casi hasta explotar, y entre sonrisas de dientes negros, me invitó a dormir algunas horas.
Cuando me desperté el humo se había ablandado y, ya totalmente desnudo, jugaba entrando y saliendo de caños de escape como un nieto en un tobogán. No tardó en percibirme y se acercó con pasos torpes para treparse a mi hombro. Estiró el mapa e indicó el itinerario en voz alta. Recorrimos umbrales en lo que quedaba de la noche y rescatamos dos recuerdos y medio de la esquina de Estados Unidos y Pavón.  
Inesperadamente, mis pies empezaron a ponerse pesados y lentos cuando emprendí el camino nuevo. El humo ya estaba totalmente amorfo y ya no hablaba. Mis costillas apretaban terriblemente, me pinchaban la espalda y el corazón se ahogaba por la presión en el pecho. El humo difuso estaba carbonizando toda la ciudad mientras que los nervios de mis piernas empezaron a estallar. Caí al piso y me golpeé fuerte el codo derecho cuando noté lo que estaba pasándole a mi cuerpo. No podía comprender la fuerza extraordinaria del sentimiento que me poseía. Los edificios empezaron a brotar de las ruinas, poblados de cadáveres medio fantasmas que me clavaban sus miradas con los ojos muertos. Abrí la boca pero no había voz para gritar el horror de ver cómo mis manos se iban tiñendo de color azabache.

récord

Supongamos un momento. Ahora, en los adoquines húmedos de la calle Tejedor. Me tenés de la mano mientras caminamos por donde pasan los autos y te reís diciendo que estoy loca. Se me cae el aro de rosa negra que te gusta tanto y sólo vos lográs encontrarlo en toda la espesura del universo. Ahora está en mi mano, ahora que me estás dando un beso. Me las ingenio para alcanzarte, mis brazos ruedan tu cintura y te amo más cuando las horas del sábado son frescas. Son dos pasos más para sentir el tirón de la manga que me enreda en tu boca de churrasco.
Ahora despertémonos. Ahora, en mi cuarto, en mi cama. Me duelen la cabeza y los pies por los zapatos de taco que usé anoche. Juan me me manda un beso por mensaje de texto. No hay chistes, no hay Tejedor, no hay abrazos. Dos llamadas a un número desconocido. Me levanté y almorcé una milanesa.