Entonces, después de deshojarnos, nos gusta apretar nuestra piel como si fueramos herméticos el uno con el otro. Nos suspendemos por un instante con un beso, atados en sábanas, confesando el sentimiento que se escapa en cada partícula de los cuerpos en fusión.
Tu música me lleva, junto a tu abrazo, y me río porque me hace cosquillas el recorrido repetitivo que siempre llevan a tus manos a mi cintura cuando el sol se franquea entre nosotros. El periplo insistente y la reacción inmediata, me trepás y nos hundimos, sin ornamentos a plena luz del día, somos y nos desarmamos en la pared.
Entonces te atrapo, me cuelgo de tu espalda y me aferro magnética, y gracioso vos, subís por mis costillas cual escalera y en nuestros labios es siempre dulce el sabor.
Mis dedos te imaginan y te esculpen, y cuando nuestras pupilas se buscan jugamos a los cíclopes, nos sentimos, y sos único y soy única; y la alegría nos llena los pulmones agitados mientras te enredás entre mis piernas y te contengo como si fueras agua que se escurre en cada grieta.
Somos ahora un río en borrasca, baile de cascabel, el rocío de la mañana, el estallido de sensaciones con sed de trascendencia. Entonces repasamos cada rincón, atemperando nuestros abismos, sin cansancio y de un tirón me arrancás la vida y el miedo, cuando el sol se vuelve absoluto, alcanzamos el cielo, y como brisa nos fundimos entre sonrisas otra vez.
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