lunes, 18 de julio de 2011

carta al incógnito

Mi amor:
Te prometí no escribirte, pero no voy a poder cumplir tal cosa. Las palabras brotan de mi boca, y no es que sea potus, pero tengo la repentina necesidad de aclararte tantas vegetaledades:
Corazoncito, para empezar esta carta no ignoro que te haya causado un profundo dolor. No es que haya querido lastimarte esa vez que te tuve que llevar al hospital, te juro que pensé que eso no estaba tan afilado cuando se me resbaló el mango del cuchillo enjabonado sobre tu pie derecho cuando estabas en ojotas.

En segundo lugar, también tengo que considerar tu grave falta de atención a mi persona. Si bien sé de todas tus pequeñas atenciones, como esa vez que te pusiste vos ese perfume de mujer que me gusta tanto cuando volviste del trabajo para sorprenderme. Más allá de eso, nunca le recomendaste mi trabajo a Patricia a pesar de que la visitás tantas veces. Pero no me quiero ir por las ramas, no tengo intención de reprocharte pero sí de pedirte perdón por lo que pasó con tu hermano el fin de semana que te fuiste a Mar del Plata por trabajo. Tenías razón cuando decías que con una copa de vino ya no me acordaba de nada.
Mi cielo, tengo que confesarte también que no eran tus palabras tiernas y tus ojos melancólicos los que subían la fiebre a mis mejillas cuando salimos la primera vez. Supongo que esto también justifica la duradera ausencia que cometí los días posteriores a nuestro encuentro secreto. No eran mis padres ni ningún severo castigo los que me prohibieron verte durante tanto tiempo, era la escarlatina que me había contagiado mi hermano y que te contagié a vos en uno de nuestros apasionados besos de aquella vez. Te pido mil perdones, pero es una historia vieja y no creo que le des mayor importancia a esta altura.
También quiero que sepas que el vestido carísimo que me regalaste para mi cumpleaños, el celeste con detalles negros, no me gustó para nada, no lo usé esa vez que salí con las chicas y gracias a Dios no me fue el talle. De hecho, tampoco se me voló de la terraza en una tormenta ni se quedó en la copa del árbol del vecino: se lo di como regalo de cumpleaños a Margarita, mi tía abuela.
Por último, necesito pedirte perdón por haberte causado tal malestar durante la cena del otro día. Necesito que sepas que no te creí cuando me dijiste que eras celíaco y que te mentí cuando te dije que había preparado minuciosamente la cena sin gluten.
Amor mío, sé que me vas a entender y que vas a poder perdonar todas estas fallas que cometí en nuestro amor. Sé que tu hermano lo va a entender, que pronto vas a poder volver a caminar y que, con mucha suerte, vas a recibirme en tus brazos de nuevo. Quiero que sepas que te amo y que lamento mucho haber acelerado tanto el auto cuando te vi en esa esquina. Espero que te mejores pronto, dulce mío. Siempre voy a estar en casa esperándote.





Tu amor

1 comentario:

  1. "te juro que pensé que eso no estaba tan afilado cuando se me resbaló el mango del cuchillo enjabonado sobre tu pie derecho cuando estabas en ojotas."

    Jajajajaja genial.

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yo quiero saber...