miércoles, 2 de mayo de 2012

cosas que le escribí

Me recupero del periplo y continúo con mi exposición. Diría que son esas letras de los Beatles que cuelgan del lado derecho de tu labio superior, las arruguitas que se te hacen en los ojos cuando te reís o cuando gesticulás algunas de esas miradas que hago yo, o la manera en que masticás y mirás mails al mismo tiempo. Qué difícil creerte cuando te reís, me despedís y me agarrás de la mano. Seguro que fue ayer cuando hacía las cosas mal, cuando nos encaprichábamos en correr a la fatalidad de nuestra historia, seguramente. Pero poco importa lo que pueda decir, arrepentirme ahora, cuando mi única esperanza es que tus ojos jueguen en esta página de pensamientos inútiles que alguna vez pude imaginarme. Me lleva a vos el 14 de mayo, el 15 de junio, el 29 de julio, el 20 de agosto, el 20 de septiembre, el 25 de octubre, el 1º de noviembre, los 50 días de diciembre, el 3 de enero, el 6 de enero, el 22 de enero, el 14 de febrero, el 15 de febrero, el 15 de marzo, el 13 de abril. La ciencia ha hablado: no hay escapatoria a este recorrido circular, mental, cardiopático. Salvo el tiempo, de quien hay que desconfiar antes de los amigos. Quiero decir, sí, la "superación", el hecho que está hecho y hecho está, la fatalidad del destino, que hay muchos peces en el mar, que la vida sigue y mucho mejor así se está. Todo me ha sido dicho en materia amorosa, Lacan, Freud, los amigos, los conocidos y el cognitivismo. ¡Pero qué me importa si me miran esos ojos de avellana, si esa boca amenaza besos eternos! Corta edad y largo aprendizaje de no seguir determinados consejos me han dado la mayoría de las experiencias hermosas de las que me construyo. Y de las experiencias malas también.
El punto es, ¿cómo saber que todo ha quedado disminuido, minimizado, finalizado en un montoncito de palabras triviales, de esa convención estúpida del final feliz? No se sabe, y estoy segura de que me encuentro inmersa en la pileta de dulce de leche tanto como vos, pero disimulás mejor. Entonces, qué sucede si tanto vos como yo hubiéramos cometido pequeños y magníficos errores que nos condenasen. Sucede que quedan dos caminos, el de huir y servir para otra(s) guerra(s), o el de pelear y proponerse estar con la otra persona (tan fácil decir, ¡tan difícil de realizar!) y empezar a hacerse bien. ¿Eh? Supongo que es eso lo que me lleva a vos tantas veces. Quizás sea necesario golpearme  algunas veces más con esa puerta de vidrio transparente casi imperceptible que es el tope de realidad; pero tengo todos tus colores en el alma y estoy lejos del exorcismo de las películas que no mirás. Al final no pude escribir lo que quería.


Mis perdones a todos los lectores.

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