martes, 10 de julio de 2012

rinconcito inflamable

Ser reencuentro, en cada esquina del papel. Nos doblamos, nos plegamos y replegamos hasta estar bien cerca y sentirnos las narices contra el vidrio de nosotros mismos. Él sabe ser fuego, aparecerse en cada hornalla, chisporrotear en cada clase, apagarse y encenderse de colores, de sonidos. El reencuentro, "las puntas se unen por esta mitad y se abren así" y naufragamos en días de pulsos torcidos y enfermedades del más allá. Cuando atravesé ese puente entre círculos negros entendí lo cerca que estaba nuestro infierno.
Yo no sé, la mayoría de las veces soy la primera que no me creo. Alguna vez busqué las llaves en el bolsillo y saqué la flor de origami que nunca entendí. ¿Tan doblado y frágil era el amor? Instrucción 1: recorte el papel, marque un espacio en el otro donde efectuará su obra maestra. 2: pliegue a la mitad, divida correctamente las aguas por si acaso todo sale mal. 3: repita. 4: repita. 5: ruegue que las puntas puedan tocarse y engancharse. 6: ¿Obra maestra?. 7: Ahora repítalo todo de nuevo porque salió mal.
Recordar, reencuentro. El rinconcito inflamable del aula, del otro lado casi siempre se podía mirar el incendio controlado. Los dobleces eran los necesarios a nuestra altura de encuentros, las creencias eran casi la inmoralidad. Ya no se espera en esta ciudad, esta noche Dios está muerto y sus gotas se condensan en las ventanas del auto. Una rodó hasta su boca y no tardé en robársela. ¿Qué fue ese beso, Euge? Un beso, una porción de Luna.

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