lunes, 16 de julio de 2012

velamientos nocturnos

Si nos desvelamos, perdemos la vela. Piénsenlo bien
¿Qué tan lejos se puede ir sin vela?
Revolvamos a la primitiva idea de la carabela: una suerte de barco con un par de trapos que lo movían a merced del viento que soplaba. En tal caso, desvelarse equivale a vararse.
Otro camino es el de la vela como objeto de cera para iluminar. Obviando a la luz eléctrica, en la noche, inútilmente podríamos desplazarnos por ahí como topos ciegos sin velas. Inevitablemente nos chocaríamos con todo lo que estuviera en nuestro alrededor y que no pudieran detectar nuestras torpes manos, y desistiríamos de movilizarnos rápidamente.
Retomamos la idea de inmovilidad.
Por lo tanto, podemos concluir que todo desvelo contiene implícitamente el encallarse. Todo desvelo es un momento terrible que nos priva de la libertad más ordinarnia de nuestras facultades. El sujeto desvelado permanece en un espacio, inutilizado por el horario laboral que condiciona las actividades nocturnas, atormentado por el trastorno de sueño que le depara horas más tarde, hostigado por pensamientos compulsivos sobre dormir y sobre los problemas que tiene la vida del día.

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