sábado, 20 de marzo de 2010

todavía una canción de amor

Ella tenía la costumbre de encontrar falencias en cada uno de sus enamorados. Quizás fuera la suerte suya de soñar con los ojos despiertos o de que los viajes de vuelta parecían siempre más largos que los de ida, que estaba resignada a lo que habían denominado Karma del salmón.
Esta vez el viaje había sido más interesante contra la puerta del subte con los pies resbalosos por el temporal que la esperaba en la superficie. No había dejado de pensarlo. Apoyaba la frente en la ventana húmeda y sus ojos perdidos, veloces, se escurrían como las gotas de entre su pelo, en las paredes que fusionaban sus sombras y el cablerío del túnel hasta llegar a los azulejos en la próxima estación.
-Rojo, amarillo, verde, pero siempre gris.- involuntarios y constantes sus pensamientos. El mp3 sonaba fuerte una canción triste, y ella no había dejado de pensarlo.
Todo había sido igual detrás de sus anteojos, lo supo cuando un destello del sol se reflejó una vez más en sus pupilas, eran ellas, otra vez, la que la habían enamorado. En realidad, todo era igual... quizás demasiado igual a su gusto.
Mientras caminaba las pocas cuadras hasta su casa, decidió cerrar el paraguas, en recompensa a todas las muchas ocasiones en que lo había llevado y no había llovido; era su deuda a la tormenta, y como retribución divina, la inspiración la esperó en la mesa a la madrugada con sabor a melancolía:

"No sirve embrujarte con los acordes
de las telarañas de tu pasado,
te tengo de mis labios en el borde,
al son de mis palabras te guardo.

Si ya de mi pasado sos dueño
prometeme un futuro sincero,
ser mi abrazo en el invierno
el nudo que me mantenga cuando hay viento.

Te quiero como un sueño,
''te amo por ceja, por cabello''
te siento y a veces no lo creo
que del mañana ya no te tengo.

No sirve embrujarte con cuatro acordes
por capricho, finta de canción;
yo quiero que escondido -y no-, te quedes
en cada palabra de mi oración."

Sin dudas, entre ésta y otras poesías, creó su mantra y las odas al fracaso que mejor cotizarían en el mundo de los lectores. Había demasiados corazones rotos divagando, buscándose en vano; que muchos considerarían su luto como propio y ponderarían las palabras insignificantes que ella garabateaba en su discurso o en la mirada, porque no había dejado de pensarlo.

2 comentarios:

  1. Es un relato lleno de imagenes, me encantó.
    Sigo leyendo, beso enorme

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