martes, 18 de agosto de 2009

a papá.

Creo que ninguno lo esperaba, y menos vos, que lo confirmaste con lágrimas en el hospital.
Toda la situación sorpresiva me llevó a una inexorable reflexión respecto a estos años que compartimos, a la ambigua sensación de familia que tenemos.
No puedo cambiarte, pero puedo aceptarte aunque sé cuánto duele y lo difícil que puede tornarse. Cantidades de palabras se me vinieron a la cabeza cuando estabas allá: "Mi viejo se murió a los 50, yo también" dijiste hace poco haciendo alusión a tu próximo cumpleaños.
Me plantié mis respuestas a tus palabras carentes de conciencia, y hasta me lamenté de los varios años que llevo sin decirte 'feliz día del padre' o 'feliz cumpleaños'. Te vi de lejos, y te entendí un poco más. Espero que el tiempo esté para remediarlo... porque tu corazón se queja.
Hoy tuve miedo, papá.



"Te lo ruego, papá, comprende lo que te digo, todos estos detalles no habrían tenido importancia por sí solos. Me deprimían únicamente por el hecho de que tú, el hombre que tan enormemente ha influído en mi vida, sin embargo, no observaba los mandamientos que imponía. Por ello subdividí el mundo en tres partes: una, en la cual vivía yo, el esclavo, bajo leyes que sólo habían sido inventadas para mí y a las que yo, por otra parte -sin saber por qué- nunca podía cumplir en forma satisfactoria; luego un segundo mundo, infinitamente lejos mío, en el cual vivías tú, ocupado de gobernar, emitir las órdenes y disgustarte a causa de su incumplimiento; finalmente un tercer mundo, en el cual vivía el resto de la gente, feliz y sin órdenes ni obediencias. Siempre me encontraba inmerso en la ignominia, ya sea porque obedecía tus órdenes, lo cual me avergonzaba puesto que solamente yo debía cumplirlas; o ya sea porque me negaba con obstinación, puesto que ¡cómo podía yo negarme a hacer algo frente a ti!; o bien si no podía obedecerte, me avergonzaba por no tener, ni fuerza, ni apetito, ni habilidad como los tuyos, a pesar de que esta exigencia de tu parte como algo que se sobreentendía era, por cierto, lo que más me avergonzaba. De ese modo se despreciaban no sólo pensamientos, sino también los sentimientos del niño.
[...]
A lo cual respondo yo que, por lo pronto, todas estas objeciones que haces en parte también pueden volverse contra ti, aunque no vengan de ti sino justamente de mí. Pues ni siquiera es tan grande tu desconfianza de los demás como mi autodesconfianza, para la que me educaste. No niego que hasta cierto punto tenía derecho de objetar, lo que de por sí daba también un matiz nuevo a la caracterización de nuestra relación. Claro que las cosas no pueden en la realidad adaptarse tan bien unas a las otras como se ajustan las demostraciones en mi carta, pues la vida es algo más que un rompecabezas; pero con la corrección que surge de esa objeción escrita, una corrección que ni quiero ni puedo llevar a cabo en detalle, se ha logrado aún así, en mi opinión, algo muy cercano a la verdad, a tal punto que puede tranquilizarnos un poco a ambos y hacernos más fácil el vivir y el morir."


[fragmentos] Carta al Padre, Franz Kafka

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