Julio caminaba, casi sobrio esta vez, por las ennegrecidas calles porteñas. Llevaba bastón y galera negros, que combinaban con su traje de frac impecable, mientras sus zapatos de charol se deslizaban por los húmedos adoquines de la vereda llovida. Estaba solo, miserablemente solo, y sólo lo acompañaba su sombra y una estrofa de un tango impregnada en su cerebro, que le susurraba una ausencia, a voz de bandoneón:
"Con qué besos mordés esa boca,
serán los de ayer, el olvido: lo nuestro,
al ritmo borracho con el que voy,
será la tuya, esa misma risa loca
la que lo enamore hoy."
"Con qué besos mordés esa boca,
serán los de ayer, el olvido: lo nuestro,
al ritmo borracho con el que voy,
será la tuya, esa misma risa loca
la que lo enamore hoy."
(sigue, mañana o algún día)
♥ Soledad que miedo y que cariño que me das.
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