La sinergia de nuestros cuerpos en aleación fue el estallido y lo que devastó el sentimiento.
¿Será que parte de nuestra piel se queda en el otro en cada beso, en cada caricia, como una lámina transparente que engrosa el sentimiento invisible, antiguo? Porque crecemos en los demás indelebles... porque nos sentimos aunque ya no estamos, porque somos parte de lo que fuimos y si existimos, somos parte de los demás. Nos reinventamos de las cenizas, tenemos sangre fénix pero el corazón roto.
Y tengo la certeza de la consecuencia. Quizás sea el error lo que no nos deja dormir, la niebla en el cielo raso de la casa. La redundancia de las horas se torna insoportable cuando no estás y el aire es duro y se hace tierra en las bolsas de los pulmones. Todavía me acuerdo de nuestras palabras. Sí, que eran nuestras y de nadie más, y con sólo tejerla entre cualquier otro tema de conversación alcanzaba, como tantas otras cosas, para sabernos nosotros y no uno y uno. Igualmente, ahora nada alcanza para hacerme reír.
Se apagó la luz de tu sonrisa, y son nuestros los ojos ciegos, ahora exclusivos para vernos en la nada que tenemos para existir. Quizás sea el desamor sin amor lo que no nos deja ver el sol sin este filtro negro, que de tanto rebuscarte en el tiempo me até al reloj inútil.
Quizás sea el silencio nuestra peor mentira. Todo lo que dijimos en secreto confiando que era la respuesta que anhelábamos, con el viento y una mirada y el dibujo que dejaban impresos nuestros besos, les faltamos el respeto a las palabras y optamos por la peor clasificable cualidad de la ambigüedad, en el silencio. Era veneno, o era néctar, o un poco de los dos.
Quizás por aferrarme a este sentimiento en vigas oxidadas sigo rasguñando este montón de nada suspendido en el hilo inquebrantable de esperanza, que se refleja todos los días en mis manos y cuando la sangre se abre de mi piel, rojiza y centellante, con el único propósito de buscarte; a vos, mi fe, mi alegría y todo.
Quizás fue pura ilusión mi afición a ser la única cartógrafa en la geografía de tu cuerpo; a expandirme y conquistarte en cada parte tuya, en el tallo de tus venas, en cada una de tus pecas, a ramificarme y envolver cada centímetro cúbico de tu alma.
Definitivamente, te extraño. Extraño tus chistes, que por su particularidad no encuentro nadie quien diga alguno parecido; capaz, contarte de mi día, que me fue mal en gimnasia y que no tengo ganas de ir a inglés los miércoles. Extraño que te quejes de que me queje, de las conversaciones que terminaban en nada y en alto grado de poca coherencia. O que me pases un link, de copy and paste... o que me llames y no te atienda, extraño que nos cansemos de los parques, que me eches o que te diga cinco minutos más. Algo me gustaría recuperar. Pero hay cosas que no vuelven... si te consideraras cosa.
Espero puedas recordarme en tus pupilas, que mi nombre no llegue a tu boca con error, y que algún día próximo me llegue alguna señal de humo tuya.
Mientras guardo tu antología en mi cabeza, te prometo contar nuestra historia. Pero prometeme no creer en mis promesas.
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