Quizás ni casualidad sea, la paciencia nos trajo un sueño tangible en gama multicolor con garantía de sonrisa permanente.
Esta vez no quedamos atrapados en el reloj, los besos se escaparon a tu boca y la piel jugaba en el baile de los cuerpos torpes mientras la música predecía la nostalgia futura. En tus ojos, mi reflejo se dibujaba sobre el olvido de un ayer en el vislumbre de las caricias nuevas.
La luz que se invitó por la ventana nos delineaba mientras la tela ya invisible descubría el periplo que recorríamos buscando nuestra forma; fue entonces que así, casi sin darnos cuenta, habíamos encontrado un poquito de cielo escondido entre los dos.
Esta vez te quisiste quedar, y yo no me quise ir.
Y no nos fuimos.
No me gusta, no sé. Demasiados ornamentos.
ResponderEliminarIgual te amo por 19 horas y 20 minutos todavía